Para muchos la regeneración urbana emprendida en Guayaquil bajo la administración del otrora alcalde de la urbe, León Febres Cordero, constituyó el inicio de la obra pública más grande e importante de los últimos 20 años en el país. El rescate de una ciudad sumergida en el desorden y caos por las pésimas administraciones roldosistas. Para otros, pocos o ¿algunos? un simple maquillaje que no ha resuelto los problemas de fondo de los ciudadanos de a pie de esta ciudad. Pero la regeneración urbana les devolvió a los guayaquileños el sentido del patriotismo guayaco, ¿su autoestima? O cambió sólo el escenario en dónde se desarrollan las actividades productivas más ingentes del país. El puerto principal es el mejor ejemplo de continuidad municipal y política: los socialcristianos Febres Cordero y Nebot.
Como “obras de oropel”, calificó el primer mandatario Rafael Correa a las obras de la regeneración urbana durante sus múltiples intervenciones en contra de la administración socialcristiana. Que no se ha resuelto ningún problema de fondo como la inseguridad, el desempleo y la falta de oportunidades es el lema de los que miran por debajo de la alfombra del bienestar y progreso al que nos han encaminado los 2 últimos alcaldes de Guayaquil.
“Todo lo que sea en beneficio de la ciudad, cuenta”, nos indica poco convencido el jefe político de la provincia del Guayas, Luis Monge, quién aseveró que muchas veces se hacen obras con fines electoreros y en base a determinada visión política. En menos de 4 minutos se arrepienta y contragolpea “No ha cambiado la calidad de vida de los guayaquileños”, haciendo énfasis que la inseguridad y el desempleo son deberes que el gobierno central tiene que resolver pero con ayuda del municipalismo. No los ha recibido el gobierno se queja Monge. Resulta reiterativo recordar las múltiples ocasiones en las que el gobernador de la provincia, Roberto Cuero, ha convocado al diálogo al alcalde Jaime Nebot, diferencias políticas los dividen. Nebot se mantiene en que su programa de desarrollo no lo cambia nadie y eso es lo que beneficia a la ciudadanía. El 98% de popularidad avalan dicha afirmación. La política muchas veces nubla la realidad, en otras ocasiones la desaparece y tal parece que eso es lo que está ocurriendo en Guayaquil. El único reducto en el que no ha ganado la “Revolución Ciudadana”, hasta el momento, es la Perla del Pacífico. Tal parece que a los guayacos le gustan las “obras de oropel”, el ex vicealcalde de la ciudad, Luis Chiriboga lo confirma, “Claro que ha cambiado la vida del guayaquileño”, manifiesta un oyente complicado, quién aclara que la seguridad, el empleo y determinadas competencias son exclusivas del estado. Ahora. ¿Pero antes? En varias oportunidades las disputas políticas entre Nebot y Correa han evidenciado, que si bien el primero no quiere perder peso en la única plataforma política que le queda, el segundo no concibe que ciertas cosas hayan sido emprendidas de manera eficiente bajo una administración que no concuerda con su Revolución. Pero el guayaquileño de a pie, ese que sale todas las mañanas a vender lotería, comida, periódicos, souvenirs, artículos varios, cree que Guayaquil ha cambiado pero el ciudadano como tal sigue siendo el mismo. “Nos han cambiado el estadio pero el marcador continua en contra”, manifiesta Carlos Toala, guardia de seguridad de una ciudadela guayaquileña. Toala se preocupa por la seguridad de la urbe porque expone su vida cuidando viviendas, en las que más de una ocasión ha sido víctima de la delincuencia, “No es culpa del alcalde menos de mi presidente, es un asunto del revanchismo de nuestra sociedad”, nos indica de manera sabia Toala. Y continua “Antes la ciudad era una pocilga, ahora es un centro comercial en el que se reservan el derecho de admisión. Sólo el centro y el Centenario esta bonito, ¿será que allí vive el alcalde? Pero vayan a los guasmos, las cooperativas del norte y ciertos sectores suburbanos, el lumpen no ha progresado, siguen chiros”. La clase media es la mayormente beneficiada por la regeneración urbana pero la gran mayoría no ha seguido una carrera de educación superior, ha sido víctima de la inseguridad, trabaja de manera ocasional y lo que es peor no cuida esa regeneración que tanto defiende. “¿Quién no ha botado basura a la calle?, se pregunta Toala. Y es un hecho cierto, hasta la inocente escriba que les otorga este texto lo ha hecho. El concienciar a los guayaquileños sobre la importancia de conservar el ornato de la urbe es una tarea de años. A nadie le gusta que lancen basura pero cuándo tenemos desperdicios en la mano, lo primero que hacemos es arrojarlos. Basta de detalles. Definitivamente la regeneración urbana no ha mejorado la autoestima de los guayacos, ni su calidad de vida. Ninguno de los entrevistados menciono aquello, todos coinciden en que el escenario ha mejorado y nadie quiere regresar al desorden roldosista. Ni el más correísta del régimen quiere aquello. Monge atacó un punto válido en este tema, una cosa es la visión política y otra la visión social que puedan tener los gobernantes hacia los ciudadanos. ¿Pero que es lo que necesitan los guayaquileños tras consultarles? A ellos no les importa quién desarrolle obras, lo que le importa es que la realicen, si es correísta, nebotcista, socialcristiano o socialista quién la hace, no le interesa, lo que le interesa es continuar en la senda del progreso. Si la regeneración urbana nos invitara a la regeneración humana de los guayacos, tras haber rescatado unos cuántos nuestra identidad otro sería el cantar pero lo importante es que siempre habrá música (léase, política) para entonar…
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