LA FALSA DEFENSA DE UNA UTOPÍA…
Los medios de comunicación ecuatorianos históricamente han sido el poder detrás de la cornisa, esa que todos en algún momento de nuestra vida hemos estado obligados a pisar. Términos como objetividad, imparcialidad, veracidad, independencia y servicio han estado en la boca o dedos de los comunicadores sociales del país para jactarse de su oficio de escribas, meros transmisores de información, simples divulgadores de opinión o lo más comprensible, para defender el medio periodístico que les da de comer. Todos los medios de comunicación son empresas periodísticas que responden a intereses, como tales, es imposible que sus trabajadores no defiendan el canal que les proporciona estabilidad independientemente de quién sea el dueño. La practicidad de los comunicadores sociales es envidiable, a más de creerse los dueños de la verdad en muchos casos, en otros imponen su agenda informativa en contra o a favor de determinado político, funcionario público, deportista, estrella de televisión o acontecimiento criminal. La pregunta de cajón que se desencadena tras esta introducción es, ¿Los medios de comunicación son independientes en su ejercicio? ¿Los periodistas pueden ser objetivos, imparciales y todo ese conjunto de adjetivos relativos a los parámetros de su oficio? La respuesta siempre resulta negativa aunque a algunos les quede un signo de interrogación en la cabeza. La patente de corzo que creen tener los periodistas no tiene parangón, ninguna otra profesión del país ha (man) tenido esa pretensión o siquiera ha intentado mantener atribuciones relativas al poder sin siquiera ejercerlo. La prensa antes era catalogada como el quinto poder del estado por el manejo diario de información y por su capacidad para sesgar un acontecimiento y/o hecho político, pero desde que arribó a la presidencia, Rafael Correa, se puso sobre el tapete una discusión que nadie la había emprendido. ¿Por qué los periodistas que forman parte de la sociedad no pueden ser regulados? La libertad de expresión siempre fue una farsa extremadamente maquillada por los comunicadores sociales de nuestro país, que basados en su pretensión de informar llegaban a mancillar, desacreditar, manipular o desinformar a la opinión pública. Creyeron que estaban fuera de la ley en defensa de un derecho humano inexistente en el oficio periodístico: la libertad de expresión. Dónde se acaban tus derechos comienzan tus deberes y entre esos están el de respetar los derechos ajenos, esos que no se pueden violentar por medio de cortapisas o reclamos malhadados. El derecho de los ciudadanos a informarse de manera fidedigna acerca de la realidad siempre ha sido irrespetado. Con medias verdades, con verdades que son mentiras no se construye el periodismo. La línea editorial de un medio de comunicación la marca el que financia dicha empresa, no el derecho de la libertad de expresión. El que financia es el que pone las condiciones, decide que se publica, que se dice, que no se dice. ¿En eso radica la libertad de expresión en el país? Lamentable y comprensible al mismo tiempo, el periodismo también es un negocio. EL que cree que ejerciendo el periodismo va a cambiar la realidad esta equivocado, a duras penas puede opinar sobre la misma. Para transformar la realidad es necesario ostentar el poder y a ese medio no se llega por el periodismo… Señalamos la necesidad de que se emita una ley de comunicación sin revanchismos, sin retaliaciones, sin chantajes. La labor de los periodistas ha sido utilizada y menoscabada por los propios dueños de los medios. Su misión fue desviada por intereses, su vocación fue sesgada deleznablemente, hay que entender el oficio periodístico mas no el de los medios supuestamente independientes que no le han dicho la verdad de su origen al país. La falsa defensa de un derecho ha trastocado la verdadera misión de las empresas periodísticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario